Relatos de madres

En este apartado de nuestro blog, os vamos a exponer algunos relatos verídicos que han escrito algunas adolescentes que se han quedado embarazadas sin desearlo. Como existen una gran variedad de casos, hemos decidido escoger diferentes experiencias para que os podáis hacer a una idea de las distintas vivencias por las que podríamos pasar cualquiera de nosotros/as.

Esperamos que os gusten y que os podáis acercar a la realidad. Así mismo, sería interesante que cualquiera que quisiera hacer una aportación y contar sus propias experiencias lo hiciera, estaríamos encantadas/os que os animarais. ¡Muchas gracias!

<<Una carta para darle las gracias al hombre que me convirtió en madre soltera a los 19 años>>

Este artículo fue originalmente escrito por Madi Baker para Thought catalog.



Sé que podría haberte enviado esto por correo electrónico o a través de una carta, pero también sé quién eres y me doy cuenta de que las posibilidades de que te des el tiempo para leer algo son muy pocas y prácticamente nulas. Sin embargo, sin importar si te das el tiempo para sentarte y leer esto o no, me gustaría darte las gracias. Gracias por todo lo que has hecho y gracias por todo lo que me has dado.

Ahora, si te conozco de la forma que creo hacerlo, probablemente te estás preguntando por qué te doy las gracias. Después de todo, me abandonaste ¿recuerdas? Pero eso es exactamente por lo que te agradezco. Al haberme abandonado de la forma que lo hiciste, me has dado muchas cosas. Déjame explicarlo.

La mayoría de las personas a los 19 años se divierten y viven su vida universitaria al máximo. Mis amigas hablaban de chicos con los que querían salir, fiestas en las que habían bailado con demasiadas personas y noches en las que bebían tanto que no recordaban nada después. Solía envidiarlas, solía tener celos.

Solía sentarme en mi cuarto los sábados en la noche, con 6 meses de embarazo, y te maldecía por haberme puesto en esta situación. Sabía que ibas a los bares, sabía que andabas por ahí embriagándote y juntándote con esa morena… Y por cierto, deberías saber que sé la razón verdadera por la cual no viniste al hospital a verme: estabas demasiado ocupado emborrachándote en una fiesta de Halloween.


Dejando eso de lado, he aceptado que hayas decidido no ser parte de la vida de nuestra hija después de haber estado tres años juntos y me abandonaras al saber que estaba embarazada. Solía odiarte por ello. Pero me gustaría agradecerte porque al abandonarme, me diste la posibilidad de experimentar la felicidad de criar a nuestra hija y eso es algo que no tengo como pagarte.


Gracias por dejarme darle a nuestra hija el amor y el afecto suficientes como para que no se diera cuenta de tu ausencia. Gracias por haberle dado esos ojos café oscuro que miro antes de que se duerma todas las noches. Gracias por haberte ido en el momento en el que lo hiciste, porque ambos sabemos que igual nos hubieras dejado tarde o temprano y de esta manera ella no supo que era tenerte sólo para luego sufrir con tu ausencia. Gracias por darme una gran historia para contarle cuando sea hora de hablarle de sexo, para decirle que acostarte con alguien no hará que te ame más y que embarazarte no hará que se quede contigo. Puede que me sienta mal con sólo escuchar tu nombre, pero no hay día en el que no te agradezca haber hecho posible que ella existiera.Pero más importante aún: gracias por forzarme a crecer.


Dejar la universidad que amaba para ir a la universidad estatal que estaba cerca de mi casa no era el plan ideal que había imaginado para mi futuro. Trabajar tiempo completo, tomar clases de noche y estar despierta toda la noche con un bebé que no paraba de llorar no era necesariamente lo que había pensado que estaría haciendo a los 19. Sin embargo, no cambiaría nada. Al haberme dejado, me permitiste encontrar a alguien mejor para mi, alguien que compatibilizaba con la situación que vivía. Alguien que quería ayudarme y que no sentía miedo ante mi situación.

Gracias por hacerme reevaluar mis prioridades, por permitirme entender que Whisky con Coca Cola es el trago de mi pasado y que los jugos son mi futuro. Gracias por permitirme comprender que escuchar a una pequeña niña hablarme siempre le ganará al sonido de un DJ en una fiesta universitaria. Gracias por enseñarme que miles de pañales sucios son más preferibles a despertarte solo y con el vomito de la noche anterior.

Me hiciste crecer, me permitiste ver no sólo que podía ser una mamá increíble, sino que también podía ocupar el rol de padre. Ser madre soltera ha sido uno de mis logros más grandes porque me ha demostrado que soy capaz de cualquier cosa. A veces extraño la vida que solía tener, la que compartía contigo. Pero luego la realidad me golpea, y la pequeña niña que ni siquiera quisiste conocer me mira y me sonríe. No me puedo imaginar no tenerla y no la cambiaría por nada del mundo. A los 19 estaba asustada, y sabía que tú también, pero yo no escapé. En vez de deshacerme de la situación, seguí adelante y superé los obstáculos que se me presentaron. Un día, cuando sea mayor y entienda mejor las cosas, se dará cuenta que fui yo quien la crió, que fui yo quien se sacrificó.

Así que gracias por seguir con tu vida y ser el ser humano egoísta del que mi padre siempre me advirtió. Nuestra relación nunca fue un cuento de hadas, pero al menos conseguí tener una pequeña princesa. De alguna forma, me diste mi propio cuento de hadas, una vida llena de felicidad y un ‘y fueron felices para siempre’ con mi hija. Me has enseñado que a veces el príncipe azul no es quien salva a todos y te hace feliz: A veces el príncipe azul es una pequeña niña con un lazo en su cabello que te dice ‘mami’.


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MATI: “Cuando lo veo, entiendo lo que una madre es capaz de hacer por su hijo”
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A los 16 años, una chica de pestañas rizadas, ojos claros y carisma natural, era capaz de comerse el mundo, y de un solo bocado. Su vida se resumía en farra y locura. Ahora, a sus 19, su mundo se resume en una sola palabra: Matías (su hijo).

“Mati” es un chiquitín travieso que ha cambiado el rumbo de su madre. “Ojo, mi hijo no me cortó las alas, solo me frenó un poco” reitera Daniela, quien jamás ha pensado en declinar sus fuerzas para sacar adelante al niño rubio que desde pequeño nació guapo, porque según dicen, los bebés nacen feos y bien feitos.

Mati es la excepción de la regla. Rubiecito, blanquito, perfecto para un casting. “Cuando lo veo, entiendo lo que una madre es capaz de hacer por su hijo”. Daniela amó a su hijo desde que lo vio por primera vez, desde que escuchó su primer llanto, desde que Mati robó el calcio de su madre para crecer saludable en el vientre.

Dani cuenta que los cambios se sienten desde el principio, “una mujer sabe cuando está embarazada”. Ella se hizo la prueba de embarazo a los cuatro meses y medio. Tenía miedo, mucho miedo, no al resultado como tal, sino al futuro, pues sus proyecciones eran amplias. Ella esperaba mucho de ella misma. Estaba segura de su beca colegial (producto de sus excelentes calificaciones), de sus sueños en el exterior, de un porvenir comprometedor.

“Quería un esposo que me acaricie la pancita diciéndome que me ama” confiesa Daniela. Desde el nacimiento del bebé ha visto dos veces al padre de su hijo, incluso, alguna vez le prestó veinte dólares. Sin embargo, de ahí en adelante, brilló por su ausencia.

Con una lucha constante entre el “¿que dirán?” y el “¿qué quiero yo?”, Daniela construyó su presente con el peso y sobrepeso del pasado. Pudo terminar sexto curso después de algunos meses e ingresó a la carrera de Psicología a distancia. “Estudiar es posible, sí, por supuesto”, recalca.


Se muestra valiente, a veces, recae, pero sigue firme. Ya no importa que su cuerpo se haya modificado, que sus “cuadritos” no estén, porque todo ha valido la pena. Ninguna emoción se compara con tener entre tus brazos “un pedazo de uno mismo”.


Daniela no tuvo respaldo económico, aprendió a mantenerse sola. Cuando le contó a su madre sobre el embarazo, pensó que se trataba de una broma, incluso recibió la noticia entre risas. “Es verdad que la desilusioné”, pero día a día Daniela ayudaba en la cocina a su progenitora, que según dice, “cocina riquísimo”.


“Cuando uno es joven piensa que todo va a estar bien”. Es verdad que al primer mes, por novelería, todos traen regalos, pañales o pequeños detalles. ¿Y el resto del año?, se pregunta Daniela, quien recibía el sueldo básico para mantener a ella y a Mati. Es consciente de que existen adolescentes que permiten que cualquier miembro de la familia se encargue del hijo. Pero este no fue su caso.


Dani sudó por cada pañal y padeció horas sin dormir cuando Mati nació. Aunque ahora, ya puede dormir tranquila porque sabe que su excelente trabajo dará frutos cuando su bebé crezca.

<<CAROLINA: "Las monjas se encargaron de buscar unos padres adoptivos a mi pequeña">>



Hace 13 años por este mes me encontraba en el hospital dando a luz a una niña a la que llamé Carolina. En ese momento yo tenía 15 años, imagínate que responsabilidad podía tener, aún era una niña y ya me había convertido en madre. Una madre sin recursos, una madre soltera y sola, sin ningún tipo de apoyo por parte del desgraciado que me dejó embarazada, ese hombre de 23 años que me dijo que no pasaba nada por no usar preservativo, que él controlaba, que tenía experiencia y que me fiara de él... Jamás lo volví a ver.

El día que me enteré que estaba embarazada me asusté muchísimo y no me atrevía a decir nada en mi casa, solamente a una amiga que era a la que le contaba todas mis cosas. Mi madre enviudó tres años antes de nacer mi hija, en mi casa eramos cinco hermanos, yo la tercera y mi madre apenas tenía para darnos de comer a nosotros. Cuando ya no pude ocultar mas mi estado ya tenía cinco meses de gestación. Mi madre me dió la paliza del siglo, me golpeó sin contemplación hasta que le dolieron las manos, repetía una y otra vez !! Eres una fulana, una mujer de la calle y allí es donde vas a estar con ese hijo bastardo, sin padre y engendrado en pecado!! Esas palabras fueron tan duras, que después de todos los años que han pasado aún las oigo resonar en mi mente.

Mi madre me llevó a una iglesia que había en un pueblo cercano al nuestro y allí las monjas se encargaron de buscar unos padres adoptivos a mi pequeña. Yo no estaba de acuerdo con la decisión, pero mi madre me dijo que no podía mantenerla, que no teníamos dinero y que me la quitarían los servicios sociales y la llevarían a un centro, donde no tendría cariño de nadie, que era mejor que la diese a una buena familia que la cuidaría bien y le diera una educación y estudios. Me habían dicho que no podría verla, que según diera a luz se la llevarían porque así sería mas fácil olvidarme de eso y seguir con mi vida... ¿Alguien se cree que una cosa así se olvida?

No conocí a la familia que se iba a encargar de mi hija hasta dos semanas antes de que llegará al mundo, vinieron a verme a casa, porque yo exigí conocerlos antes de firmar ningún papel de renuncia. Cuando llegaron a mi casa me dieron muy buena impresión, se veía un matrimonio unido y bien posicionados y me dijeron que no pensaban alejarme de mi hija, que simplemente querían darle un hogar, que podría visitarla siempre que quisiese y que ellos le hablarían de mi a diario. Al preguntarle que si serían buenos padres para mi pequeña, me dijeron que los mejores, pero que yo formaría parte de su familia también. Estaba súper contenta, me alegré mucho al saber que era una buena familia y que yo podría estar con mi niña cuando quisiese.

Por motivos laborales a los pocos meses de nacer Carolina, quiero decir que respetaron el nombre que le puse yo, el papa adoptivo de mi niña se tuvo que mover de Santander a Málaga. Yo me quedé muy triste al saber que ya no podría verla tan a menudo como lo estaba haciendo, pero entendía que la cosa era así. Me despedí de ellos con la promesa de que muy pronto volveríamos a vernos, pero pasaron dos años. Aunque hablaba con Lucía a diario, no era lo mismo.

Tres años después Lucía me consiguió un trabajo en Málaga, muy cerca de donde ellos vivían y sin pensármelo dos veces me fuí, viví con ellos y con mi pequeña durante 9 meses hasta que pude reunir un poco y coger un piso en el edificio de al lado de donde vivían ellos. Eramos una familia unida y criamos a nuestra pequeña entre los tres, jamás hubo una discusión por como se hacían o no las cosas con ella. Hablábamos las cosas y buscábamos la mejor solución.

Yo me enamoré de un compañero de trabajo y me casé a los tres años, no puedo quejarme de la vida que he tenido y sobre todo de la que me han regalado Lucía y Manuel, porque cuando yo les doy las gracias ellos me dicen que las gracias me las deben ellos a mi por darles lo mas grande que tienen y tendrán en la vida, que es nuestra pequeña Carolina, pero yo y ella siempre les estaremos eternamente agradecidas por facilitarnos tanto la vida y amarnos incondicionalmente incluso mas que personas que llevan nuestra propia sangre. Hemos tenido mucha suerte de que ellos se cruzaran en nuestro camino.

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